domingo, 13 de febrero de 2011

El Caso del Corazón Roto


            Despertó repentinamente como saliendo de una pesadilla, todo en el cuarto estaba lleno de la oscuridad de la noche, pero él podía ver con claridad todo lo que le rodeaba dentro de su diminuto y húmedo cuarto.  Se encontraba empapado de sudor y las chamarras que lo cubrían se encontraban ligeramente húmedas; con la mano izquierda empuñaba fuertemente las sábanas y con la derecha la playera transpirada en la región del pecho, se encontraba completamente estremecido.
Siempre, desde pequeño, le había ocurrido esto y por ello fue revisado por una infinidad de médicos que no habían encontrado algún tipo de fallo, únicamente le prescribían una serie de medicinas que tendría que tomar durante toda su vida.  Pero él, dentro de sí, sabía que algo malo le ocurría.
El terror que sintió cuando despertó empezó a disminuir hasta convertirse en solamente miedo, se levantó y caminó hacia el baño en donde siempre había guardado las pastillas que lograban que la sensación de ahogo y muerte desaparecieran.
Cuando llego al baño observó en el espejo del botiquín su rostro pálido y deformado por el miedo y una sensación de terror recorrió rápidamente su espalda aumentando ligeramente el temor en esos momentos; lo abrió rápidamente dando una ojeada a todos los medicamentos que existían en ese lugar, intentando encontrar el más importante en ese instante.
La desesperación empezó a ahogarlo.  Recordaba haber ingerido sus pastillas constantemente pero hoy, precisamente hoy, no recordaba en que lugar las había dejado, empezó buscarlas detrás de cada frasco, arrojándolos hasta que el armario quedó completamente vacío.
El miedo se fue trasformando en terror nuevamente, sus manos empezaron a temblar de manera exagerada y el sudor, que se había secado, empezó a salir de cada uno de sus poros nuevamente, su corazón latía, latía cada vez más fuerte y el dolor fue en aumento; cayó al suelo de rodillas con las manos en el pecho intentando remediar el dolor que se producía en esa región.
Por fin se desplomó completamente con la cara en el suelo, vencido por el dolor y el pánico; el sudor de su cuerpo, gota a gota, mojo el suelo.  No podía hacer nada solamente llegar al teléfono y marcar a cualquier número; intento arrastrarse por unos momentos pero el dolor y los movimientos espontáneos de su cuerpo se lo impidieron.
Detuvo por fin todos sus intentos, no pudo más, y fue entonces cuando su respiración se detuvo por el congestionamiento de algo en su garganta, hizo intentos repetidos por despejar la vía respiratoria pero fue incapaz de hacerlo.  En esos momentos el dolor se extendía del pecho a la garganta, no podía hacer más, solamente cerrar los ojos y morir.
Repentinamente de su boca y nariz brotó una incontrolable hemorragia, ya era incapaz de realizar cualquier tipo de movimiento para sofocarla, solamente podía sentir como la sangre manaba de esas cavidades acompañada de una masa sin forma, un ser  que durante varios años había albergado en su interior.
Pasó un poco de tiempo y el cuerpo casi sin vida del joven solamente convulsionó una vez como una respuesta automática a un estímulo.  En esos momentos el pecho se abrió como una caja sin mayor resistencia y de él salió un número incontable de pequeños seres deformados con dos apéndices para arrastrarse en los restos del cuerpo del muchacho. 
En el corredor de la casa yacía el cuerpo acompañado por esas desfiguradas unidades de vida de color grisáceo que se impulsaban dentro del charco de sangre, sudor y restos de piel, músculos y viseras.

Imagen: http://iram15.files.wordpress.com/2008/01/corazon.jpg