domingo, 13 de enero de 2013

Sabiduría Paternal


Mi padre era un buen hombre; trabajaba de mañana a noche sin descanso.  Era inteligente también, había que obedecerle al momento porque él sabía “el por qué decía las cosas”.  Una vez me dijo:
—No juegues con fuego—, yo seguí en el poyo sonriendo esperando otra advertencia, él arrugó la frente y tensó la mandíbula.  Yo salí corriendo a mi habitación intentando huir pero fue tarde, mi padre tomó mi brazo y empezó a quemarlo sin misericordia.   Yo intentaba gritar con todas mis fuerzas porque el dolor era insoportable, pero parecía que él no los escuchaba. Mi madre intentó detenerlo pero él era fuerte y grande, y la empujó, ella salió corriendo de la casa.  No supe más, me desmaye.
Dos días después desperté en el hospital con todo el cuerpo vendado, incapaz de moverme.  Mi madre lloraba desconsoladamente al lado de mi cama y él, mi padre, estaba parado enfrente de la cama con los brazos cruzados con una sonrisa sarcástica.
Años más tarde hice lo mismo con él pero no sobrevivió.

imagen: https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjCspsHyU7MXtCqT43XFpCgMVAtJT8sdHnwp6EEGozQNKIN9o7nMLHS54mpYyCCHzMmgGNHsmzELwgWONEvHmP7i02GtCj4FR4_xmm6Rm0TDaRBShc_cqoK5M4ZV0J3Ql7dnhM9lc5ybfON/s1600/fuego.jpg