Cuando el doctor le
dijo que la mancha era benigna y que todo estaba bien, salió corriendo
desilusionado de la clínica con los ojos en lágrimas y con el cuerpo
tembloroso. Él sabía que esa mancha estaba creciendo, allí vivía un
huésped que se estaba alimentado de su cuerpo.
Entró a su casa y se
dirigió a la mesa de la cocina, tomó un cuchillo y colocó su mano sobre la
mesa. Miró la mancha creciendo más y ahora escuchaba una voz gritando sin
cesar, reventándole los tímpanos.
Ensartó el cuchillo
en su mano y escarbó en busca de ese ser, desgarrando músculos y tendones hasta
llegar a quebrar los pequeños huesos de la mano.
Imagen: http://revistatarantula.com/wp-content/uploads/2014/07/mano-ensangrentada.jpg