Ya desesperado de todas las armas que utilizaba para aniquilarlas como tóxicos, trampas, instrumentos, etc., decidí hacer la paz con ellas, algo inimaginable pero real, por que sucedió.
Así que me senté sobre la banqueta y empecé a dialogar con ellas, en una horizontalidad que no podía creer, todo era fantástico. Coloqué mi brazo sobre algo que podría ser el hombro con quien hablaba pero no lo era, mientras ella con su pata colocada sobre mi hombro, me habló del dolor de su pueblo y la alegría que sentía al verme realizar las paces con ellas sin prejuicio alguno.
Desde ese día vivo en una tranquilidad sin comparación alguna con las cucarachas que residen en el apartamento No. 43 del callejón El Coyolar de Antigua Guatemala.
2 comentarios:
Yo no podría: las odio...
muy buen texto...
Estimado Pipo:
Y aún cuando no lo creás, también escribí en una ocasión sobre las cucarachas:
http://lasaventurasdepetoulqui.blogspot.com/2009/01/captulo-cero-la-cucaracha.html
Me siento honestamente contento de encontrar cierta sincronía en cuanto a nuestros textos. A lo mejor es solamente ilusión mía, pero en todo caso me alegra.
A ver cuando platicamos.
Saludos,
Peto
Pd. Y, aún más difícil de creer. La verificación de palabra para este comentario es "termita". Esto parece "La dimensión desconocida", jajajajaja. Saludos, pues.
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