Levantó su brazo derecho y agitó
suavemente su mano para indicarle al autobús la parada. Cuando este se detuvo ella subió rápidamente
porque de lo contrario el conductor emprendería la marcha sin importarle que
ella estuviera dentro.
Siempre desde pequeña había odiado
cualquier tipo de conglomeración de personas tanto dentro de los buses como
fuera de estos, esto había logrado que acomodara
su horario intentando no encontrarse en esas situaciones. A pesar de ello, la mayoría de veces no
encontraba lugar y debía de llegar a casa parada, sosteniéndose del tubo
colocado en el techo del bus.
Esta vez, cuando entró vio con sorpresa
dos lugares vacíos, era extraño, siempre estaban completos pero en esta ocasión
parecía como si estos estuvieran reservados especialmente para ella. Parecía ser un día especial, aunque no sabía
porque, sentía que lo era. Decidió
sentarse en el lugar que daba al corredor, nunca en su vida había ocupado los
lugares cercanos a la ventana, era una prohibición que venía de generación en
generación, aunque hoy sentía cierta curiosidad por hacerlo, no había alguien para
detenerla. La idea en su cabeza le provocó
un miedo terrible, entonces desistió de ella rápidamente, sintió como si sus
antepasados la probaban.
Todo trascurría de forma monótona, simple,
como cualquier otro día. Los pasajeros
estaban callados, enfrascados en sus pensamientos, ausentes del presente y de
los demás. Hasta que, de una forma
insólita para romper todo lo lineal del transcurso, el bus se detuvo con el fin
de recoger a un nuevo pasajero: un hombre pequeño, de edad avanzada, piel
pálida y pelo cano.
El
anciano caminó hacia el asiento vacío, se paró frente a ella y con los ojos le
dio dos opciones: Dejar el camino libre para el asiento vacío o moverse hacia
este. En ese momento ella empezó a
sentir nuevamente la ansiedad y el temor de comprobar que sucedía si se movía
al asiento prohibido durante años y en cuestión de segundos decidió pasarse al otro
espacio. En un par de segundos se encontró
en el lugar que daba a la ventana. El
anciano sonrió hipócritamente agradeciendo, sentándose callado y luego concentrarse
como los demás pasajeros en sus pensamientos.
No existía problema alguno, al
contrario, era satisfactorio y cómodo el lugar, el sol atravesaba el vidrio de
la ventana pegándole finalmente en casi todo el cuerpo, era una sensación
hermosa y excitante, no podía creer que le hubieran negado ese gusto.
Pasó
poco tiempo para que se empezara a sentir incomoda en el asiento. El calor aumentó hasta transformar sus
sensaciones en una desesperación permanente.
Repentinamente observó el reloj para encontrar alivio en él, pero fue todo
lo contrario, hacía falta mucho para llegar a casa y también notó una serie de
manchas rojizas en el brazo, esto la sorprendió un poco pero fueron olvidadas
rápidamente por la incomodidad del puesto que había escogido.
Los
segundos se hicieron eternos. El asiento
había pasado de incómodo a ser desagradable, especialmente por que las manchas
se hicieron más grandes cubriendo ahora casi toda la piel y tenía un escozor desesperante.
Se rascó pero en lugar de aliviarse
aumentó la terrible sensación. Odiaba su
decisión, a sus protectores muertos, a los pasajeros, al puto chofer y a todo
el mundo. Fue en ese instante que su
piel empezó a rajarse completamente, sentía como se rompía la piel dejando expuesto
el músculo, deseaba moverse pero le era imposible hacerlo.
Cuando
su problema era ya evidente el anciano giró la cabeza hacia ella y contemplo
con horror aquella transformación tan sorpresiva en la piel, se paró rápidamente
señalándola e inició a gritar a toda voz:
--¡Es
una de Ellos!, ¡Es una de Ellos!—
En
ese momento no pudo tolerar más su increíble metamorfosis e intentó mover su
brazo para gritar al mismo tiempo que el anciano, pero solo pudo ver con pavor
como sus brazos y piernas en el intento se desmoronaban como polvo, seguido de
su abdomen, pecho y finalmente su rostro.
El
anciano pálido continuó gritando desesperadamente, señalando un asiento vacío
en donde solo quedó un conjunto de ropa de mujer joven y una gran cantidad de
polvo.
publicado en Te Prometo Anarquía
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