El la colocó sobre su mano para arrullarla, para cantarle
una historia acerca de la luna y las estrellas; del sol y el cielo azul; del
silencio y del canto de las sirenas.
Ella, pequeñita, muy pequeña, se acomodó y cerró los ojos muy tranquilamente
tratando de dormir. El la miraba en su
mano, la miraba dormida, quietecita, solo respirando. Le dio un beso en la mejilla y la dejó suavemente
jugando en la tierra de los sueños.
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