— ¿Qué querrá ese hijueputa otra vez?—murmuró Magdalena a Esteban. Él siempre había estado a su lado, habían
sido inseparables desde que nació.
Escucharon el sonido de las
llaves y el click de la chapa al quitar el seguro. Una tenue luz se hizo cada vez más grande a
medida que se abría la puerta. Entró Don
Carlos, con el pantalón y la camisa de tela gastados por el uso en el trabajo mal remunerado.
Tosió fuerte, como le había enseñado a todos sus hijos, anunciando su
llegada y luego haló el gargajo con toda su fuerza para escupirlo al suelo, era
como marcar, como lo hacen los perros al orinar, era una señal territorial.
— Ya me dio miedo Esteban, ¿Qué querrá el cerote ahora?—murmuró
Magdalena nuevamente. Esteban no podía dejar de
llorar, estaba petrificado, quería correr pero hacía mucho que no podía.
Don
Carlos se acercó al
rostro de Esteban gritándole con un brazo levantado sosteniendo una
Biblia: — ¡Deja de hablar como mujer, marica de mierda! ¡Y quítate ese
vestido
de puta, qué tu madre ya está muerta!—
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1 comentario:
Es uno de los mejores que te he leído!!! Creo que va a entrar en la lista de los favoritos, y el final mucho mejor!!!
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