domingo, 3 de noviembre de 2013

La Historia de Chico



Su nombre era Leandro y todos le decían Chico.  Era un niño cómo cualquier otro, corría por todos lados sin parar, saltaba, pateaba la pelota, volvía a correr, a saltar y a patear nuevamente la pelota.  Tenía muchos sentimientos, lloraba cuando los padres no lo dejaban hacer lo que le gustaba, se enojaba cuando le quitaban las cosas cuando ya estaba entusiasmado y era feliz cuando jugaba y comía helados de chocolate con botonetas.
     Era adorable.  Sin duda alguna lo era.  Aunque en algunos momentos no era así, sobre todo cuando pensaba, porque sucedía algo en su cabeza: Esta explotaba como un volcán, tiraba piedras, fuego, la lava corría por todos lados y el material piroclástico cubría el lugar en donde estaba.  Todo un acontecimiento que sin duda sus compañeros, amigos y no amigos les gustaba ver, sobre todo en algunos lados.
     Por esa razón la escuela fue difícil, los maestros detestaban poner problemas para pensar.  La clase de Matemática siempre terminaba con ceniza por todos lados y olor azufre desagradable.  En la de Biología, sobre todo en los debates sobre las teorías del origen de la vida, resultaba igual, y en la Estudios Sociales a veces resultaba peor cuándo se hablaba de situaciones complejas como la desigualdad en Guatemala.  La única que se salvaba de esto era en la clase de Educación Física.
      Los padres preocupados por su condición visitaron a muchos especialistas que le sugerían tratamiento tras tratamiento.  También realizaron muchos viajes a otros países, hicieron un sinfín de peripecias para saber cómo ayudar al pequeño, pero todo era inútil, nada resultaba cómo lo predecían los médicos, al contrario, las erupciones eran terribles después de un tiempo de inactividad.
     Después de todo esto Chico poco a poco empezó a comprender por sí solo y con ayuda de otros niños, muy similares a él, que todos podían controlar lo que les pasaba, solo tenían que saber en dónde estaba su fuerza.  La de él estaba en el cuerpo, tenía que empezarlo a sentir y lo logró cuándo asistió a su primer baile.  Solo ahí fue cuando se dio cuenta que para que su cabeza dejara de hacer erupción tenía que dejarse llevar por el movimiento, por sus brazos, por su piernas, por su estómago, por sus pies y manos.  Dejarse libre por el movimiento de su cuerpo.
     Cuando hizo esto sintió una gran libertad, se sintió lleno de energía y no salía con lava, ni con piedras, ni con olor a azufre, si no que con risas tremendas.
     Después de eso, Chico el Niño Cabeza de Volcán, comprendió que no era tan malo, ni tan feo tener algo sobre la cabeza que hacía erupción.  Era lo que tenía, ni más ni menos.

lunes, 7 de octubre de 2013

El Estudioso del Sueño



      Quería trabajar con los sueños desde niño, fue la fantasía más grande que tuvo.  Estudió mucho y leyó libros de toda tipo: científicos, esotéricos, religiosos, para lograrlo.  Cuándo estuvo preparado para hacerlo se dio cuenta de algo obvio, algo que olvidó, algo de lo más trillado del mundo: “Él era el sueño de otro soñante que soñaba”.

     Pasó días enteros deprimido, encerrado en el pequeño apartamento que había alquilado durante todo ese tiempo de investigación y que ahora se tiraría al basurero sin problema alguno.  Pasó así mucho tiempo hasta que se dio cuenta de lo mágico que podría significar ser el sueño de alguien.

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lunes, 23 de septiembre de 2013

El Sonido del Bosque



Cada noche del bosque surgía un sonido terrorífico.  Nadie lograba dormir porque decidía quedarse esperando en la puerta de su casa, armados con lo que tenían: un hacha, una pala, un pico, un rifle, algo para proteger a su familia.  El sonido continúo noche tras noche, incesante, martirizando a los aldeanos.  Todos sentían un miedo que les travesaba todo el cuerpo y los hacía temblar.

Cuando el pueblo estaba ya cansado de tener tanto miedo de aquellos retumbos  los reyes decidieron armar una expedición a lo más profundo de aquel bosque, para saber que sucedía, encontrar una respuesta y solucionarla.  Todos sabía que nadie había regresado de aquel lugar, los más valerosos habían retornaban con el pelo cano y sin la capacidad de poder hablar, salían arrastrándose, llorando y gimiendo, con sangre en todo su cuerpo.

Así salió el rey, decidido para internarse en el bosque.  Nadie lo siguió, solo su hija que en la entrada de aquel mágico bosque le entregó una espada mágica con el poder de ser más fuerte en la medida que controlara los miedos.  El Rey tomó la espada y le sonrió, después solo cerró los ojos, tomó aire para para poder concentrarse y seguir el camino.

La princesa se quedó parada observando cómo la imagen de su padre difuminaba, cubriéndose de oscuridad, sintió como latía su corazón con fuerza.  Quería gritar, pero los labios no se desprendían, al fin dio un solo grito: -¡Te quiero mucho!-, que se ahogó en un nudo en la garganta.

A lo lejos se escuchó la pequeña respuesta: -Regresare.-

Mucho tiempo después el sonido dejó de escucharse, solo en algunas ocasiones resonaba nuevamente, pero ahora acompañado de otro más, de uno fuerte y tranquilizador, uno que  impedía que los miedos continuaran y fluyeran en los pobladores.

La princesa sigue esperándolo en la entrada de aquel bosque, sentada, muy tranquila.


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martes, 7 de mayo de 2013

Soplo Mágico


      Se sentó en el único lugar que quedaba en el autobús que se dirigía a su casa.  Ya cómodo abrió un libro viejo que guardaba en su bolso y sopló, de él salieron una gran cantidad de criaturas: deformes, bellas, andróginas, hipersexuales, tímidas, rabiosas y sanguinarias, grandes y pequeñas.  Todos en el autobús empezaron a gritar, pero era demasiado tarde, aquel muchacho había destapado una caja incierta y terrorífica.  Después de un pequeño recorrido el autobús se detuvo bruscamente al impactarse en una pared.  En ese momento salió el joven riéndose y tomando otro autobús.

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miércoles, 1 de mayo de 2013

Soñar



El la colocó sobre su mano para arrullarla, para cantarle una historia acerca de la luna y las estrellas; del sol y el cielo azul; del silencio y del canto de las sirenas.  Ella, pequeñita, muy pequeña, se acomodó y cerró los ojos muy tranquilamente tratando de dormir.  El la miraba en su mano, la miraba dormida, quietecita, solo respirando.  Le dio un beso en la mejilla y la dejó suavemente jugando en la tierra de los sueños.

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