sábado, 11 de febrero de 2012

Buenas Noches


            El reloj marcaba las seis y media en punto, era la hora exacta en que el sol comenzaba a ponerse detrás de las montañas.  Poco a poco el día llegaba a su final y la noche principiaba a cubrir por completo todas las regiones de aquel lugar.  Todas las personas que habitaban a los alrededores se preparaban para recibir lo ya esperado.
            Ramón, como todos, ya se encontraba listo para los sucesos de esa noche larga, pero debía de enfrentarlo de manera diferente.  La mayoría de los habitantes compraban a diario series de candelas para mantenerse alumbrados y poder continuar con una vida común y corriente, como si la noche no trajera nada más que oscuridad y silencio.  Él, en cambio, desechaba cualquier objeto que iluminara su casa o cualquier lugar cercano, deseaba ver nada, deseaba sentir lo menos posible en esos momentos.
            Lo único que hacía era sentarse agarrándose las piernas con los brazos para tomar una posición fetal, una forma práctica para sentirse protegido de los sucesos que se avecindaban.  Sus brazos apretaban con suficiente fuerza sus extremidades hasta que sentía dolor en el área lumbar, en el cuello y los omoplatos.
            El reloj nunca dejaba de mover sus agujas, era un movimiento perpetuo.  Muchas veces, de una manera ingenua, intentó parar lo inevitable: Una vez retrasó las agujas cada hora, otra vez tiró todos los relojes que tenía en su casa, pero nunca logró que la noche no llegará.
            En cada hora la noche se asomaba, tomaba aquella ciudad que carecía de iluminación.  En cada segundo la oscuridad reinaba en todos los lugares.  En la casa de Ramón solamente se colaban por las ventanas los rayos de luz de la luna.
            Sus ojos grandes observaban las manecillas del instrumento que más aborrecía, el tiempo se acercaba, el sudor de su cuerpo brotaba incontrolablemente: salían pequeñas gotas que hacían un camino alrededor de todo su rostro, su pecho y espalda transpiraban enormemente.  Ramón no podía controlar estas respuestas fisiológicas y lo único que podía hacer en ese momento era agarrarse fuertemente de las piernas, cerrar los ojos profundamente y soportar el terror.
            En ese minuto observó lo que tanto temía: Una sombra que se movía alrededor de su casa.  La lograba divisar y después la perdía, eso lo ponía nervioso, sentía que el miedo se hacía más grande y más fuerte.  Difícilmente podría salir bien esta vez.
            Un sobresalto lo invadió cuando la sombra ingresó a su hogar.  La sombra se escabullía entre los muebles.  No podía hacer nada más, solo esperar, pero era eterna.  Le daba terror pensar que la sombra ya se encontrara con él, en el lugar más seguro que existía durante la noche.
            Intentaba no moverse y que su respiración no lo delatará pero no lo logró, no pudo hacerlo.  Cuando el reloj señaló con un sonido estridente las doce en punto sintió en su cuello y oreja una suave respiración que lo inmovilizó.




imagen: http://media.photobucket.com/image/posicion%20fetal%20oscuridad/matias808/angustia.jpg

3 comentarios:

alparla dijo...

Hola, he recibido el link de tu blog del grupo de Hansi al que estoy inscrito. Tiene un bonito nombre y me parece que intentas hacer un blog de autor con temas algo oníricos. Un consejo hasta de un conejo: Mejora el contraste y el tipo de letra, me es difícil leer tu blog, y para eso lo has creado, y eso que tengo lentes nuevos. Un abrazo.

Felipe Bagur dijo...

lo intentare, gracias por el comentario.

Sergio López dijo...

Me quede picado pensando en quien era la sombra, acaso una su amante, o en realidad un espiritu o fantasma?... saludos un gusto encontrar este blog, me gustan mucho las narrativas jejeje. saludos...